Procedimientos y líneas de fuerza de una obra en proceso
(Apuntes para una ponencia dada en el Congreso "Tendencias Escénicas" organizado por la Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina, el 26 de febrero de 2014)
“Si una imagen contemplada por separado expresa algo nítidamente, si conlleva una interpretación, no se transformará al contacto con otras imágenes. Las otras imágenes no tendrán ningún poder sobre ella y ella no lo tendrá sobre las otras imágenes. Ni acción, ni reacción. Es definitiva e inutilizable en el sistema del cinematógrafo. (Un sistema no lo regula todo. Es el comienzo de algo.)” Robert Bresson: “Notas sobre el cinematógrafo.” [1]
(Apuntes para una ponencia dada en el Congreso "Tendencias Escénicas" organizado por la Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina, el 26 de febrero de 2014)
“Si una imagen contemplada por separado expresa algo nítidamente, si conlleva una interpretación, no se transformará al contacto con otras imágenes. Las otras imágenes no tendrán ningún poder sobre ella y ella no lo tendrá sobre las otras imágenes. Ni acción, ni reacción. Es definitiva e inutilizable en el sistema del cinematógrafo. (Un sistema no lo regula todo. Es el comienzo de algo.)” Robert Bresson: “Notas sobre el cinematógrafo.” [1]
Desde el primer
encuentro del grupo de trabajo, en cada reunión de producción y/o ensayo, hasta
la consolidación de la obra como tal: nunca interpretar, ni juzgar, sabemos que
no se trata de eso. Como tampoco de tener “claro” lo que vamos a hacer. Nunca
va a ser lo mismo tener el convencimiento, la certeza y la precisión de una idea-fuerza
que nos llevará hacia adelante (que nos dirá “Es esto lo que tenés que
hacer”), que creer que sabemos de antemano el resultado de dicha idea: su realización
y culminación.
El objetivo de
un proceso de creación suele estar dominado por la idea de un fin. Se cree
plantear un comienzo y, en realidad, lo que se plantea es la concreción de una
idea ya fijada, ya vista, pre-existente, nítida.
Pareciera que así se está seguro, se es confiable para los demás, se “sabe” lo
necesario para llegar a buen puerto… En cambio, nosotros creemos que nuestra
tarea es la de percibir, sentir y poner en escena el nacimiento de algo, una
fuerza-cuerpo-idea dramática: una pieza mutante.
Una imagen es
una idea. Como dice Bresson, si es nítida…
es inutilizable.
Hay ideas que
indican y otras que desarrollan, dice el filósofo Henri Bergson. A las primeras
las llamamos: ideas-fuerza. Son las
que, cuando intuímos su presencia, nos dan la potencia de afirmación – tan
frágil muchas veces- que necesitamos para comenzar y seguir un proyecto. En cambio, una idea que desarrolla tiene por
guía y como naturaleza un fin, un resultado: una representación. La idea-representación se basa en lo
conocido, la costumbre, lo instituido; todas estas áreas poseen desde hace
siglos sus sistemas, sus modos orgánicos y espirituales de existir, sus reglas
y coordenadas, dan seguridad. En definitiva, una misma base trascendente, en
donde el hacedor puede sentir que sabe - aunque este saber incluya algo a
descubrir - regido por el orden de las oposiciones, las contradicciones y los
conflictos. Por lo tanto, podrá controlar el devenir de los acontecimientos.
Como en nuestros sistemas instituidos, saber, conocer y controlar serán tres
verbos que irán de la mano, inseparablemente, en la idea-representación. Conciente o inconcientemente, da lo mismo, la
Representación ocupará todo sobre la escena, dictará sus leyes, sus principios
garantizados tanto por la filosofía clásica como por la psicología y el
humanismo platonizado de hoy, desde el principio hasta el “fin” del proceso.
La idea-fuerza, la que indica, por empezar dota a cualquier elemento – material e inmaterial-
de un mismo carácter doble: el devenir y el flujo absoluto es la propiedad que
comparten todos los elementos en el Universo. En todos los casos, un estado molecular
se hará presente en el material y, por supuesto, será imposible prever y controlar
su actividad total, su presencia actualizada Será imposible evaluar cómo será
en una experimentación, qué potencias producirá en el proceso de creación. Por
lo tanto, de aquí deriva que la obra que se busca componer jamás estará
acabada: no porque le vaya a faltar algo, no porque haya relaciones entre la
“carencia”, el “pecado original” y una “brecha” o “vacío” imposibles de llenar.
Es más sencillo. Ni Dios da el resultado exacto de nuestro mundo. Si Dios lo
diera, este mundo se acabaría inmediatamente. Los cálculos, por suerte, nunca dieron
ni darán un resultado correcto. La obra sería por definición, precisamente, lo
que nunca acaba. La obra será el proceso, y eso no hay estreno, ni éxito, ni
fracaso que lo pueda cambiar. Pieza mutante, la obra como producto y productora
de un eterno constructivismo, en donde el sentido se volverá a poner a prueba y
volverá a nacer con cada función.
Todo
comienzo se da cuando damos el 2º paso.
Entre el Primer
y el Segundo paso ocurre algo que creará el Tercero. Ahí entonces estará
presentándose el Acto Dramático, se lo podrá captar y poner en movimiento. El Tercero,
el Acto Dramático, es lo que nos pondrá a actuar y el que nos comenzará a dar a
conocer la obra.
Los datos con
los que contamos para comenzar una obra, un ensayo, son Datos Genéticos, en
cuanto pueden dar a nacer algo que no se encontraba de antemano, algo que no
pre-existía.
Lo contrario es
un Dato Identitario. La Identidad como dato (de un problema, de un tema): no nos
va a servir como idea-fuerza para el Acto Dramático. La Identidad como dato, es inútil como fuerza
activa al depender y estar ligada a la Historia, al pasado, a lo hereditario. Los
rasgos y modos de operación de tales datos identitarios serán: las oposiciones,
los contrarios y sus luchas, los conflictos; todos estos elementos derivarán
del plano de la Representación. Este plano, preexiste a todas estas determinaciones
y líneas de sentido asegurado, siendo su fuente, su horizonte y su cielo. No es
que estas determinaciones generen la Representación sino que ella, la
Representación, es su máquina abstracta, su productora. El Dato Identitario, a
lo sumo, funciona afirmativamente como efecto y/o resto de una expresión. Tal
vez haga máquina dentro de un agenciamiento de enunciación, cuando se produce
en el encuentro de devenires y de fuerzas activas que llevan a la identidad por
alguno de sus costados, nunca por delante o por detrás como garantía de un
origen. Tal vez se encuentre un rasgo identitario en el despliegue de
determinadas puestas en movimiento, como un signo mundano o un nombre común que
transita por ahí, sin que por eso sea el dominador del presente de las fuerzas
dramáticas… De este modo, lo identitario no será rector de la idea- fuerza, ni juzgará los resultados
obtenidos.
El Dato Genético,
en cambio, es crítica, inmanencia y creatividad; trinidad indivisible que se
dará expresivamente. Es lo que entonces verdaderamente explicará lo que pasa, a
quién le pasa y cómo pasa… Cuando decimos “verdaderamente explicará”, nos
referimos a que será la fuerza expresiva, creada en el aquí y ahora de la obra,
la que lo va a desplegar, mostrar y someter a la vivencia experimental de la
obra. Aquí la explicación será inseparable de una novedad que se dará en lo
expresado, nunca antes.
Decíamos que
entre el Primer y el Segundo paso, comenzaba el Tercero, el Acto Dramático. Que
entonces ahí todo comienza. Ahora agregaremos: este Tercero será inseparable de
un Cuarto, que se dará al mismo tiempo y se mantendrá a lo largo de todos los
Pasos y Devenires del proceso de creación: será una Voz, la de la Cuarta
persona del Singular, una especie singular de Voz llena de voces, que podremos
tener la suerte de oir-sentir si la cosa funciona…
“..y es la voz de la cuarta persona del singular
a través de la cual nadie habla
y que sin embargo existe.” Lawrence
Ferlinghetti
El
Acto es lo contrario a la Acción:
“La
acción no es la vida, sino una manera de fagocitar sus fuerzas”
(Arthur Rimbaud, “Una temporada en el infierno”)
Hayao Miyasaki,
el director japonés de cine animé que amamos. Apareció de pronto, en el primer
o segundo ensayo de “El lago” (cuando este proyecto se llamaba “Una novia…”). Y
se quedó entre nosotros: apareciendo entre los cuerpos cuando iniciábamos un
precalentamiento, al final de un ensayo donde nos dábamos cuenta que había
estado su fuerza todo el tiempo, ahí. Y sigue. Nos va arrojando, de manera muy abstracta
y muchas veces sorpresiva, señales, colores, figuras. Lo que menos hacemos es
intentar agarrarlas, simplemente porque son ellas las que nos toman por la
espalda, a la hora de ir a dormir, caminando por la calle, en cualquier lado. Esas
fuerzas siempre nos provocan lo mismo: ganas y necesidad de encarnarlas en
escena; pero no se parecen en nada a una película de él, sin embargo no podemos
dejar de sentir que sin esos films no existirían y hoy no podríamos estar
construyendo este proyecto. Por eso puede decirse que “El lago” está inspirada
en la obra de Miyasaki y al mismo tiempo no puede decirse que alguna de sus
películas en particular nos haya guiado o marcado especialmente en este
proceso. Por eso, resuena en nosotros este párrafo:
“Se
debe considerar la cualidad en el devenir que la capta, y no el devenir en
cualidades intrínsecas que tendrían valor de arquetipos.”
Algo así dicen Gilles Deleuze y Felix Guattari
en su capítulo sobre los Devenires, en “Mil mesetas”.
Miyasaki devino una
“cualidad” en este proyecto, sí, y muy importante. Captada en un devenir
deseante que ya había comenzado desde antes de que nos demos cuenta que iba a
ser tan importante, que tuvo que dar su primer paso (con una excusa tan lejana
hoy) para encontrarse con su Dato Genético, recién en el 2º o 3º encuentro del
grupo en los ensayos.
Hace rato que,
para nosotros, las cualidades se dejan conocer y experimentar cuando las
tratamos como sustantivos. Es nuestra manera de poner en palabras que
necesitamos sustraerles, a las cualidades, los valores subjetivos que las
dominan, que ya están fijados en ellas, que las tienen tan condicionadas y las
vuelven tan estrechas, angostando nuestros caminos. Devenir a-significante del
rojo, devenir a-representativo de la alegría, devenir a-subjetivo del amor o el
odio; de alguna manera, volver sustantiva esa fuerza-cualitativa que solemos
tener catalogada de una manera tan culturalizada, tan acostumbrada, tan
tradicionalizada, tan intelectualizada o elevada que cuesta darse cuenta lo
atrapado que nos tiene en realidad. Sabemos muy bien que hasta los objetos
están cualificados, ni que hablar de las pasiones y los sentimientos. Y que esa
cualificación, hoy en día funciona como causa y juicio de las decisiones en la
escena. Por lo tanto, atención, necesitamos mucha atención y registro de lo que
puede acontecer en cada instante de un encuentro, de un ensayo. La posibilidad
de que la cualidad pierda su reinado, los cuerpos la experimentan rápidamente
cuando son tratados intensivamente. Cuando no consideran ni siquiera – por
supuesto – a la intensidad como una cualidad. Porque aquí está la clave: ella,
la intensidad, es lo imposible de cualificar, ella es la que dará tierra,
cualidad y sentido a lo que devendrá en algún plano, es la que nos mostrará lo cualitativo
del Acto Dramático. El Acto Dramático dispara una cualidad, que portará ese
drama, ese nombre, ese color, ese sonido, ese sentimiento: todas aquellas voces de esa Cuarta Persona que será la
obra.
Nos
ha pasado otras veces:
Al comenzar, hace
tres años, el proceso de ensayos de “Los días felices”, la obra de Samuel
Beckett, nos dimos cuenta de que la pintura de Francis Bacon nos estaba
inspirando con sus líneas de fuerza y que la filosofía de Deleuze – como tantas
veces, para qué negarlo – se presentaba, en particular con su visión del
Acontecimiento, su modo neo-estoico de afirmar-aceptar el Acontecimiento. Bacon
y Deleuze devenían Datos Genéticos, tanto como Beckett.
En definitiva
siempre se trata de redoblar el Acontecimiento, de producir una
contraefectuación del Acontecimiento, en donde la cadena de causas y efectos se
ve paradogizada, irracionalizada, se vuelve asignificante y toda interpretación
previa se ve desmoronada para dar paso a lo nuevo, sinónimo para nosotros del
Acto, y del Acto Dramático en este caso. ¿Qué arte no comparte esta premisa de
alguna manera, siguiendo sus propias derivas?
Sentimos que es
bello, no hay otro modo de decirlo: los que nos inspiran aparecen después.
Pareciera que el tiempo nos mostrara su autenticidad, que nos dijera,
“olvídense de las categorías de pasado y futuro, está todo acá, coexistiendo,
es sólo cuestión de dar el segundo paso, de seguir el devenir y se darán cuenta...”.
No es propiedad
del teatro la inconclusión. No tiene que ver con una situación en donde una
obra podría seguir transformándose con cada función, mediante procedimientos
específicos de improvisación, espontaneidad, finales abiertos, participación
del público, etc. No, es otra cosa. Es la sensación. Es que el arte no representa
nada, sea cual sea su manifestación, su
tema o su época. En todos los casos, la obra artística da, crea, presenta, una
pieza mutante por naturaleza.
Llevar a escena
una obra de Beckett, al cual hay que respetar, actualmente, en cada coma y cada
gesto escrito, provoca más libertades y nuevos interrogantes que casi cualquier
tipo de improvisación posible. La cuestión no es la “libertad del arte”, sino
que el arte libere.
Principio de incertidumbre:
- Puede ser violenta una burbuja.
(Escena de “El lago”) - Pasional una brizna:”Y te sigo por el aire, como una brizna de hierba” (Federico García Lorca, “Bodas de sangre”). – Detener
una Ley Natural: “La
gravedad…, tengo la impresión de que ya no es lo que era, ¿vos no? Sí, cada vez
más la impresión de que si no estuviera sujeta de esta manera, sencillamente me
iría flotando por el cielo.”
(“Los días felices”, de Samuel Beckett)…
A
lo largo de todo el teatro, el principio de incertidumbre se irá a repetir,
fiel a la naturaleza de la repetición: de manera siempre distinta, desde un
lugar inexplicable, construyendo infinitos diferentes en los cuerpos. En todos
los cuerpos e ideas que participan del proceso de una obra de teatro. Como toda
idea es un cuerpo y como no sabemos lo que puede un cuerpo, la presencia en el
escenario (sala de ensayo, etc.) de las ideas dramáticas va a provocar una solidaridad
que en pocos lados podemos percibir de manera tan brutal, afirmativa y vital: es
la inmanencia de una obra en infinito proceso, porque todo lo que ande por ahí
tiene la misma posibilidad de fundar su morada activa y devenir dramático. Se
trata de descubrir y de inventar, en cada caso, los Datos Genéticos que las
líneas de fuerza nos van a presentar.
Lamberto Arévalo, 2014
[1]Robert
Bresson, francés, fue un genial director de cine que finalizando su carrera
reunió estas notas en su libro, notas que fue tomando a lo largo de sus
filmaciones.
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